26 feb 2009

LA BRUJERIA


"Según nuestras leyendas, la brujería empezó hace más de treinta y cinco mil años, cuando la temperatura de Europa empezó a caer y los grandes mantos de hielo se extendieron lentamente hacia el Sur en su último avance. En la rica tundra, entremezclándose con la vida animal, pequeños grupos de cazadores seguían a los renos que corrían libres y a los estruendosos bisontes. Estaban armados únicamente con las armas más primitivas, pero algunos de los miembros de los clanes tenían un don y podían “llamar” a las manadas para que acudieran junto a un precipicio o a una trampa donde los animales, en un sacrificio espontáneo se dejaban atrapar. Estos sabios chamanes podían sintonizar con los espíritus de las manadas y, al hacerlo, eran conscientes del ritmo pulsante que infunde toda vida, la danza de la doble espiral, del girar hacia adentro y volver a girar hacia fuera. No expresaban esta comprensión intelectualmente, sino en imágenes: la Diosa Madre, la dadora de vida, que trae toda vida a la existencia; y el Dios Enastado, cazador y cazado, que atraviesa eternamente las puertas de la muerte ara que la nueva vida pueda continuar. Los hombres chamanes se vestían con pieles y cuernos identificándose con el Dios y las manadas, pero las sacerdotisas mujeres presidían desnudas, encarnando la fertilidad de la Diosa. La vida y la muerte eran una corriente continua; los muertos eran enterrados como si estuviesen durmiendo en un útero, rodeados de sus herramientas y ornamentos, para que pudieran despertar a una nueva vida. En las cuevas de los Alpes, se colocaban los cráneos de los grandes hombres en los nichos, donde se pronunciaban oráculos que guiaban a los clanes en el juego6. En las charcas de las tierras bajas, las hembras de los renos, con las barrigas llenas de piedras que representaban a las almas de los venados, eran sumergidas en las aguas del vientre de la Madre para que las víctimas de la cacería renacieran.
En Oriente (en Liberia y Ucrania), la Diosa era la Dama de los Mamuts; se la tallaba en piedra con grandes curvas hinchadas que representaban los dones de abundancia. En Occidente, en los grandes templos de las cuevas del sur de Francia y España, sus ritos se celebraban en as profundidades de los vientres secretos de la Tierra, donde sus grades fuerzas polares eran pintadas como bisontes y caballos, superpuestos, emergiendo de las paredes de la cueva como espíritus de un sueño.
La danza en espiral también se veía en el cielo: en la luna, que muere cada mes y vuelve a nacer; en el Sol, cuya luz creciente trae el calo el varano y cuya disminución trae el frío del invierno. Los registros del paso de la luna eran rascados en hueso, y la Diosa era representada sosteniendo un cuerno de bisonte, que es también la luna creciente. El hielo se retiró. Algunos clanes siguieron al bisonte y al reno hacia el Norte lejano. Algunos pasaron por el puente de tierra de Alaska y llegaron hasta las Américas. Aquellos que permanecieron en Europa se dedicaron a la pesca y la recolección de plantas salvajes y de mariscos. Los perros vigilaban los campamentos, y se perfeccionaban nuevas herramientas. Quienes poseían el poder interior aprendieron que éste aumentaba cuando trabajaban juntos. A medida que los asentamientos asilados se fueron convirtiendo en aldeas, los chamanes y las sacerdotisas unieron sus fuerzas y compartieron sus conocimientos. Se formaron las primeras asambleas de brujos. En profunda armonía con la vida vegetal y animal, domesticaron lo que antes cazaban y criaron ovejas, cabras, vacas y cerdos a partir de sus primos salvajes. Las semillas ya no sólo se recolectaban; se plantaban para que crecieran ahí donde eran colocadas. El Cazador se convirtió en el señor del Grano, sacrificado cuando es cortado en otoño, enterrado en el vientre de la Diosa y renacido en primavera. La Dama de las Cosas Salvajes se convirtió en la Madre Cebada y los ciclos de la luna y el sol marcaron las épocas de siembra, cosecha y de salir a pastar.

Las aldeas crecieron convirtiéndose en los primeros pueblos y ciudades. La Diosa era representada en las paredes enyesadas de los lugares de adoración, dando luz al Niño Divino: su consorte, hijo y semilla. El extenso comercio trajo el contacto con los misterios de África y Asia occidental.
En las tierras que antes habían estado cubiertas de hielo, un nuevo poder fue descubierto una fuerza que corre como manantiales de agua en la Tierra misma. Las sacerdotisas descalzas localizaron las líneas “energéticas” en la hierba nueva. Se descubrió que ciertas piedras aumentan el fluir del poder y fueron colocadas en los puntos adecuados en grandes líneas y círculos que señalan los ciclos del tiempo. El año se convirtió en una gran rueda dividida en ocho partes: los solsticios y equinoccios y los días entre ambos, cuando se celebraban las grandes fiestas y se encendían las fogatas. Con cada ritual, con cada rayo de sol y brillo de la luna que caía sobre las piedras en las épocas de poder, la fuerza aumentaba. Se convirtieron en grandes depósitos de energía sutil, en puertas entre los mundos de lo visible y lo invisible. Dentro de los círculos, junto a los menhires, los dólmenes y las tumbas de paso, las sacerdotisas podían investigar los secretos del tiempo y la estructura oculta del cosmos. Las matemáticas, la astronomía, la poesía, la música, la medicina, y la comprensión del funcionamiento de la mente humana se desarrollaron junto con el conocimiento popular de los misterios más profundos

Pero, más adelante, se desarrollaron culturas que se dedicaron a las artes de la guerra. Oleada tras oleada de invasiones indoeuropeas barrieron Europa a partir de la Edad de Bronce. Los Dioses Guerreros condujeron a los pueblos de la Diosa lejos de las fértiles tierras bajas, hasta las Colinas y las altas montañas donde se les conoció como Sidhe, los Pictos o Duendecillos, los Seres Sobrenaturales o las Hadas. El ciclo mitológico de Diosa y Consorte, Madre y Niño Divino, que había dominado durante treinta mil años, fue cambiado para adaptarse a los valores de los patriarcados conquistadores. En Grecia, la Diosa, en sus diversas manifestaciones, se “casó” con los nuevos dioses: el resultado fue el Panteón Olímpico. En las Islas Británicas, los celtas victoriosos adoptaron muchas características de la Religión Antigua, incorporándolas a los misterios druidas. Las Hadas, criando ganado en las montañas rocosas y viviendo en chozas redondas cubiertas de turba, preservaron la Religión Antigua. Las madres del clan, llamadas “Reinas de Elfame”, que significa Tierra de los Elfos, dirigían las asambleas de brujos junto con el sacerdote, el Rey Sagrado, que encarnaba al Dios moribundo y sufría una falsa muerte ritualizada al final de su periodo de ejercicio. Celebraban las ocho fiestas de la Rueda con procesiones salvajes a caballo, cantando, recitando y encendiendo fuegos rituales. Los invasores solían unirse a ellos; se asociaban con ellos, había matrimonios mixtos y se decía que muchas familias rurales tenían “sangre de las Hadas”. Los Colegios de los druidas y los Colegios Poéticos de Irlanda y Gales preservaron muchos de los antiguos misterios.
Al principio, el cristianismo trajo pocos cambios. Los campesinos vieron en las historia de Cristo únicamente una nueva versión de sus propias leyendas de la Diosa Madre y su Niño Divino que es sacrificado y luego renace. Los sacerdotes del campo solían conducir la danza de los Sabbats, o grandes Festivales. Las asambleas de brujas, que preservaban el conocimiento de las fuerzas sutiles, se llamaban Wicca o Wicce, de la palabra de raíz anglosajona que significaba “torcer o dar forma”. Había quienes podían dar forma a lo invisible a su voluntad. Sanadoras, maestras, poetas y comadronas, eran las figuras centrales en toda comunidad.
La persecución se inició lentamente. Los siglos doce y trece vieron un renacimiento de los aspectos de la Religión Antigua a través de los trovadores, quienes escribían poemas de amor a la Diosa bajo el disfraz de las damas nobles de la época. Las magnificas catedrales fueron construidas en honor a María, quien había adquirido muchos de los aspectos de la antigua Diosa. La brujería fue declarada un acto herético, y en 1324 una asamblea de Brujas dirigida por la Dama Alice Kyteler fue juzgada por el Obispo de Ossory por adorar a un dios no cristiano. La Dama Kyteler fue salvada por su rango, pero sus seguidoras fueron quemadas.
Guerras, Cruzadas, plagas y revueltas campesinas se desencadenaron por toda Europa en los siglos siguientes. Juana de Arco, la “Doncella de Orleáns”, condujo a los ejércitos de Francia hacia la victoria, pero fue quemada como Bruja por los ingleses. “Doncella” es un término de gran respeto en la brujería, y se ha insinuado que los campesinos franceses querían tanto a Juana porque era, en realidad, una conductora de la Religión Antigua. La estabilidad de la iglesia medieval fue víctima de movimientos mesiánicos y revueltas religiosas y la Iglesia ya no podía tolerar con calma a sus rivales. En 1484, la bula papal de Inocencio VIII desató el poder de la Inquisición contra la Religión Antigua. Con la publicación del Malleus Maleficarum, “El Martillo de las Brujas”, de los dominicos Kramer y Sprenger en 1486, se sentaron las bases para el reino del terror que se llevaría a cabo en toda Europa hasta bien entrado el siglo diecisiete. La persecución estaba dirigida con más fuerza contra las mujeres: de los aproximadamente nueve millones de Brujas ejecutadas*, un ochenta por ciento eran mujeres, incluidas niñas y muchachas, pues se creía que heredaban el “mal” de sus madres. En algunas secciones de la Iglesia, el ascetismo del cristianismo inicial que le dio la espalda al mundo de la carne había degenerado en odio hacia quienes daban vida a esa carne. La misoginia, el odio hacia las mujeres, se había convertido en un elemento fuerte en el cristianismo medieval. Las mujeres, que menstrúan y dan a luz, eran identificadas con la sexualidad y, por ende, con el mal. “Toda brujería surge del deseo carnal, que en las mujeres es insaciable”, afirmaba el Malleus Maleficarum.

El terror era indescriptible. Una vez denunciada por cualquiera, desde un vecino rencoroso hasta un niño intranquilo, la persona sospechosa de ser Bruja era arrestada repentinamente, sin previo aviso, y no se le permitía volver a su casa. Se la consideraba culpable hasta que se demostrara lo contrario. Una práctica habitual era arrancarle la ropa a la sospechosa, dejándola desnuda, afeitarla por completo con la esperaza de encontrar “marcas” del Diablo, que podían ser lunares o pecas. Con frecuencia, si se pinchaba a la acusada con agujas largas y afiladas por todo el cuerpo: se decía que en los puntos donde el Diablo había tocado no se sentía dolor. En Inglaterra, la “tortura legal” no estaba permitida. Pero a los sospechosos se les privaba del suelo y eran obligados a morir de hambre lentamente antes de ser ahorcados. En el Continente, se practicaron todas las atrocidades imaginables (el potro, las empulgueras, los “puntapiés” que rompían los huesos de las piernas, palizas viciosas), toda la lista de horrores de la Inquisición. Los acusados eran torturados hasta que firmaban las confesiones preparadas por los inquisidores, hasta que admitían su asociación con Satán, haber realizado unas prácticas oscuras y obscenas que nunca formaron parte de la verdadera brujería. De la manera más cruel, eran torturados hasta que nombraban a otras personas, hasta que se conseguía la cuota completa de una asamblea de trece brujas. La confesión hacía a la persona merecedora de una muerte compasiva: la estrangulación antes de la hoguera. Los sospechosos recalcitrantes que mantenían su inocencia eran quemados vivos.
A los cazadores de Brujas y a los informadores se les pagaba por condena, y mucho encontraban que era una profesión lucrativa. La clase médica emergente le dio un buen recibimiento a esta oportunidad para acabar con las comadronas y los herbolarios de pueblo, sus mayores competidores económicos. Para otros, los juicios a Brujas ofrecían la oportunidad de librarse de las “mujeres engreídas”

y de los vecinos que no les gustaban. Las propias Brujas dicen que muy pocas de las personas que fueron juzgadas durante a época de la Quema pertenecían realmente a las asambleas de Brujas o eran miembros del Oficio. Las víctimas eran los ancianos, los seniles, los enfermos mentales, las mujeres cuyo aspecto no era agradable o que tenían alguna minusvalía, las bellezas del pueblo que habían herido los egos equivocados al rechazar insinuaciones, o que habían herido los egos equivocados al rechazar insinuaciones, o que habían despertado el deseo de un sacerdote célibe o un hombre casado. Los homosexuales y los librepensadores caían en la misma red. A veces, se ejecutaba a cientos de víctimas en un mismo día. En el Obispado de Trier, en Alemania, dos pueblos fueron dejados con sólo una mujer soltera viva en cada uno de ellos después de los procesos de 1585.
Las Brujas y las Hadas que pudieron escapar lo hicieron a las tierras a las que la Inquisición no llegaba. Algunas pueden haber emigrado a América. Es posible que una auténtica asamblea de Brujas se reuniera en los bosques de Salem antes de los juicios, que en realidad marcaron el final de la persecución activa en este país. Algunos estudiosos creen que la familia de Samuel y John Quince Adams eran miembros del culto megalítico del “Dragón”, el cual mantenía vivo el conocimiento del poder de los círculos de piedra. Ciertamente, el espíritu independiente de la brujería es muy similar al de muchos de los ideales de los “Padres Fundadores”: por ejemplo, la libertad de expresión y de culto, el gobierno descentralizado y los derechos del individuo en lugar de los derechos divinos de los reyes. Este período también fue la época en que el comercio de esclavos africanos llegó a su punto más alto y en que tuvo lugar la conquista de las Américas. Las mismas acusaciones que fueron dirigidas contra las Brujas (acusaciones de salvajismo y adoración al diablo) fueron utilizadas para justificar la esclavitud de los africanos (quienes fueron traídos al Nuevo Mundo, supuestamente, para cristianizarlos) y la destrucción de culturas y el genocidio masivo de los indios nativos norteamericanos. Las relaciones africanas adoptaron un manto protector de nomenclatura católica, llamando santos a sus orishas, y sobrevivieron como las tradiciones de Macumba, Santería, Lucumi y Vudú, religiones que han sido tan injustamente difamadas como el Oficio. La tradición oral nos dice que algunos Paganos europeos, traídos como sirvientes con contrato de aprendices o como prisioneros para realizar trabajos forzados, huían para unirse a los indios cuyas tradiciones eran similares en espíritu a las suyas. En algunas zonas, como el Sur norteamericano, se mezclaban elementos negros, blancos paganos e indios nativos americanos. En Norteamérica, al igual que en Europa, el Oficio era clandestino y se convirtió en la más secreta de las religiones. Las tradiciones se transmitían únicamente a personas de absoluta confianza, normalmente miembros de la misma familia. La comunicación entre asambleas de Brujas se cortó; ya no podían reunirse en los Grandes Festivales para compartir sus conocimientos e intercambiar los resultados de hechizos o rituales. Algunas partes de la tradición se perdieron u olvidaron. Sin embargo, de alguna manera, en secreto, en silencio, en torno a brasas incandescentes, tras contraventanas cerradas, codificadas como cuentos de hadas y canciones populares, u ocultas en recuerdos subconscientes, las semillas fueron pasando a las siguientes generaciones.

Cuando en el siglo dieciocho cesaron las persecuciones, llegó la edad de la incredulidad. El recuerdo del auténtico Oficio se había desvanecido y los horribles estereotipos que quedaban parecían ridículos, absurdos o trágicos. Solamente en este siglo han podido las Brujas “salir del armario de las escobas”, por decirlo de algunas maneras, y responder con la verdad a las imágenes del mal. La palabra Bruja lleva tantas connotaciones negativas que muchas personas se preguntan por qué la utilizamos. Sin embargo, reclamar la palabra Bruja es reclamar nuestro derecho, como mujeres, a ser poderosas; como hombres, a conocer el aspecto femenino interior como divino. Ser una Bruja es identificarse con nueve millones de víctimas de la intolerancia y el odio y asumir la responsabilidad de dar forma a un mundo en el cual los prejuicios ya no exijan más víctimas. Una Bruja es una “formadora”, una creadora que moldea lo invisible dándole forma y se convierte así en una de los Sabios, alguien cuya vida está llena de magia.

La brujería siempre ha sido una religión de poesía, no de teología. Los mitos, las leyendas y las enseñanzas son reconocidos como metáforas de “Aquello-Que-No-Se-Puede-Decir”, la realidad absoluta que nuestras mentes limitadas nunca podrán conocer del todo. Los misterios del absoluto nunca pueden ser explicados: únicamente sentidos o intuidos. Los símbolos y los actos rituales son utilizados para desencadenar estados alterados de consciencia en los cuales se revelan cosas que van más allá de las palabras. Cuando hablamos de “los secretos que no se pueden decir”, no queremos decir solamente que las reglas nos impiden hablar libremente. Queremos decir que el conocimiento interno, literalmente, no puede ser expresado en palabras. Sólo puede ser transmitido mediante la experiencia y nadie puede determinar la revelación que una persona puede obtener de cualquier experiencia dada.
El amor por la vida en todas sus formas es la ética básica de la brujería.
Las Brujas deben honrar y respetar a todos los seres vivos y servir a la fuerza vital. Aunque el Oficio reconoce que la vida se alimenta de la vida y que debemos matar para sobrevivir, la vida nunca se quita si no es necesario, nunca se malgasta o desperdicia. Servir a la fuerza vital significa trabajar para preservar la diversidad de la vida natura, impedir el envenenamiento del medio ambiente y la destrucción de las especies."

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"Toda mujer tiene potencialmente acceso al Río bajo el Río. Llega allí a través de la meditación profunda, la danza, la escritura, la pintura, la oración, el canto, el estudio, la imaginación activa o cualquier otra actividad que exija una intensa alteración de la conciencia. Una mujer llega a este mundo entre los mundos a través del anhelo y la búsqueda de algo que entrevé por el rabillo del ojo. Llega por medio de actos profundamente creativos, a través de la soledad deliberada y del cultivo de cualquiera de las artes. "
>De Mujeres que corren con Lobos....