
La Diosa es la primera de toda la Tierra, la madre cariñosa que crea toda vida.
Ella es el poder de la fertilidad y la generación; el útero también la tumba receptiva, el poder de la muerte.
Todo procede de ella; todo regresa a Ella.
Como tierra, ella es también vida vegetal: árboles, hierbas y cereales que sostienen la vida.
Ella es el cuerpo, y el cuerpo es sagrado.
Útero, pecho, vientre, boca, vagina, pene, hueso y sangre: ninguna parte del cuerpo está sucia, ningún aspecto de los procesos de la vida está manchado con ningún concepto de pecado.
El nacimiento, la muerte y la pudrición son artes igualmente sagradas del ciclo.
Tanto si estamos comiendo, durmiendo, haciendo el amor o eliminando desechos corporales, estamos manifestando a la Diosa.
La Diosa es también aire y cielo, la celestial Reina del Cielo, la Diosa Estrella, regente de las cosas sentidas pero no vistas: del conocimiento, la mente y la intuición.
La Diosa es también aire y cielo, la celestial Reina del Cielo, la Diosa Estrella, regente de las cosas sentidas pero no vistas: del conocimiento, la mente y la intuición.
Ella es la musa que despierta todas las creaciones del espíritu humano.
Ella es la amante cósmica, la estrella matinal y vespertina, Venus, que aparece cuando uno hace el amor.
Hermosa y resplandeciente, ella nunca puede ser captada o comprendida; la mente es atraída incluso más allá en el impulso por conocer lo no conocible, de decir lo inexpresable.
Ella es la inspiración que llega con la respiración.
La Diosa celestial es vista como la luna, la cual está vinculada a los ciclos mensuales de la mujer de sangrado y fertilidad.
La mujer es la luna terrestre; la luna es el huevo celestial que flota por el cielo del útero, cuya sangre menstrual es la lluvia fertilizante y el rocía fresco, que gobierna las mareas de los océanos; el primer útero de vida sobre la Tierra.
De modo que la luna es también la Doncella de las Aguas: de las olas del mar, los arroyos, los manantiales, los ríos que son las arterias de la Madre Tierra; de los lagos, las fuentes profundas y los estanques ocultos, y de los sentimientos y las emociones que nos arrastran como las olas.
Ella tiene infinitos aspectos y miles de nombres: Ella es la realidad que está detrás de muchas metáforas.
Ella tiene infinitos aspectos y miles de nombres: Ella es la realidad que está detrás de muchas metáforas.
Ella es la realidad, la deidad manifiesta, omnipresente en toda vida, en cada uno de nosotros.
La Diosa no está separada del mundo; Ella es el mundo y todas las cosas que hay en él: luna, sol, Tierra, estrella, piedra, semilla, río que fluye, viento, ola, hoja y rama, capullo y flor, colmillo y garra, mujer y hombre
El simbolismo de la Diosa no es una estructura paralela al simbolismo de Dios Padre.
El simbolismo de la Diosa no es una estructura paralela al simbolismo de Dios Padre.
La Diosa no gobierna el mundo: Ella es el mundo. Manifiesta en cada uno de nosotros, Ella puede ser conocida interiormente por cada persona, en toda su magnificente diversidad.
Ella no legitima el gobierno de ningún sexo por parte del otro y no les otorga autoridad a los gobernantes de jerarquías temporales
La ley de la Diosa es el amor: el amor sexual apasionado, el cálido afecto de los amigos, el feroz amor protector de la madre por su hijo, la profunda camaradería de la asamblea de Brujas.
La ley de la Diosa es el amor: el amor sexual apasionado, el cálido afecto de los amigos, el feroz amor protector de la madre por su hijo, la profunda camaradería de la asamblea de Brujas.
No hay nada amorfo o superficial en torno al amor en la religión de la Diosa; siempre es específico, está dirigido hacia personas reales, no son conceptos vagos de humanidad.
El amor influye a los animales, las plantas, la Tierra misma; a “todos los seres”, no sólo a los seres humanos. Nos incluye a nosotros mismo y a todas nuestras falibles cualidades humanas.
Extractos del libro “la Danza en Espiral”
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